La llegada de la televisión en 1950. Hoy cine y televisión (o video) son grandes aliados y que además de una poderosa sinergia, se potencializan mutuamente. Pero en ese entonces, muchos empezaron a preferir quedarse en casa y ver la televisión que ir a las salas de cine a pagar por ver la misma historia con otro título y a las mismas figuras, cuando en Hollywood hacían artística y técnicamente cuanto podían por no perder a su público (así surgió entre otras cosas la tercera dimensión, algo que la televisión no podía ofrecer).
La corrupción fue otra de las causas del derrumbe y esto en las tres categorías que conforman una cinematografía: Producción, distribución y exhibición. Con prácticas ilegales en que se asociaban ciertos productores y exhibidores, éstos finalmente determinaban qué habría de exhibirse y a cualquiera que estuviera en desacuerdo era muy fácil dejarlo fuera, como sucedió con Miguel Contreras Torres, quien se dedicó a denunciar a los monopolios.
Lo anterior obligó a reducir los costos y tiempos de filmación, a repetir los temas, surgieron los ‘churros’ y la calidad de nuestro cine se vino abajo. En 1957 dejaron de funcionar dos de los cinco estudios cinematográficos existentes: los Tepeyac y los CLASA, y en 1958 los Azteca, todo esto es síntoma claro de que el cine mexicano dejaba atrás su gloriosa Época de Oro, de auge económico, de cantidad y calidad, para caer en un letargo del que sólo en contadas ocasiones ha logrado despertar
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